Una mañana en el Viceministerio de la Suprema Felicidad.
Ese lunes, Víctor era un caballero blindado en el Metro,
refractario a cualquier variedad de los empujones y atropellos usuales que
hacían la cotidianidad del sistema. De hecho, esa mañana era refractario a
cualquier penalidad; Rhona había dejado escapar dos lágrimas, una sonrisa muy
dulce y un gesto de asentimiento. Había
aceptado el anillo. Anoche Víctor supo que sería feliz.
Fue una fortuna que la emoción no le dejara dormir. Eso le
dio el tiempo suficiente para armar su carpeta dirigida al Registro Bolivariano
de Felicidad para Personas Naturales”, “REBOFELPENA”. El organismo asociado
creado hacía unos años por el Viceministerio de la Suprema Felicidad.
La creación del REBOFELPENA se enmarcaba perfectamente en las bases y consecuencias de
la política económica del Estado. Dado que todo Estado es capaz de generar una
magnitud de productos y servicios limitados, asociados a la generación de la
felicidad, era menester regular o al menos organizar la demanda.
La iniciativa sirvió para hacer justicia y erradicar la
posibilidad de generar felicidad en cualquier emprendimiento privado –todas las
personas jurídicas quedaron excluidas del REBOLFEPENA- y permitir a los naturales una aproximación
más racional y racionalizada a la felicidad, bajo los parámetros de regocijo
del hombre nuevo. La traducción práctica
del asunto fundamentalmente consistía en que toda persona natural, ante la
inminencia de un evento feliz, debía presentar los recaudos apropiados para
ejercer su cuota de felicidad y retribuir al Estado los aranceles pertinentes por
su gestión. Después de todo, si usted había encontrado una pareja, como era el
caso de Víctor (una modalidad de las muy numerosas que estaban obligadas a declaración
al REBOLFEPENA), la había conseguido en el territorio nacional, movilizándose por las calles del Estado ,
tomando café en los sitios que el Estado ha permitido abrir, en el transporte
público del estado. Conseguía una pareja muy probablemente formada y educada en
Venezuela, donde la educación es una función del Estado. Sus padres
probablemente habían vivido en Venezuela y consumido recursos provistos por el
Estado.
Normalmente, la espera, musicalizada por el ruido de los
sellos dispuestos por los funcionarios, habría sido desagradable. No para el
refractario Víctor hoy.
-¡Roa Víctor!
-Ajá , buenos días, señor.
-.Carpeta de declaración.
-..Aquí está, señor.
-
Constancia de infelicidad previa, cédulas de los
involucrados en el posible episodio feliz, declaración jurada de no poseer otra
fuente de felicidad.
-
Sí, sí, sí. Todo está aquí.
-
Uhmmmm. Ya va.
Aquí dice que usted es divorciado.
-
Sí, señor. Hace años.
-
¿Declaró usted el final de la posible felicidad
que esa relación le produjo?
-
No, señor, pero eso fue antes de la disposición.
-
La ley es retroactiva. Necesita la declaración
con las firmas de los ex cónyuges.
-
Pero ella murió.
-
¡Ah caramba!
Eso complica la cosa. Necesita tres testigos del fallecimiento.
-
Pero a ella se la llevó el deslave de Vargas; no
hay testigos, no quedó nadie.
-
Entonces no se puede procesar.
-
Debe haber algo que se pueda hacer.
-
¿Intenta sobornarme? ¡Yo soy un funcionario
comprometido con el proceso!
-
No señor, es que si ella ya no podré ser feliz.
-
Tiene que conseguir los testigos.
-
Es imposible…¡Que desdicha!
-
¿Declaró la desdicha que confiesa en este
recinto público ante el Viceministerio de Administración de la desdicha.
-
No
-
Tendré que multarlo con 500 unidades
tributarias.
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