sábado, 2 de noviembre de 2013

Una mañana en el Viceministerio de la Suprema Felicidad


Una mañana en el Viceministerio de la Suprema Felicidad.

Ese lunes, Víctor era un caballero blindado en el Metro, refractario a cualquier variedad de los empujones y atropellos usuales que hacían la cotidianidad del sistema. De hecho, esa mañana era refractario a cualquier penalidad; Rhona había dejado escapar dos lágrimas, una sonrisa muy dulce y un gesto de  asentimiento. Había aceptado el anillo. Anoche Víctor supo que sería feliz.

Fue una fortuna que la emoción no le dejara dormir. Eso le dio el tiempo suficiente para armar su carpeta dirigida al Registro Bolivariano de Felicidad para Personas Naturales”, “REBOFELPENA”. El organismo asociado creado hacía unos años por el Viceministerio de la Suprema Felicidad.

La creación del REBOFELPENA se enmarcaba  perfectamente en las bases y consecuencias de la política económica del Estado. Dado que todo Estado es capaz de generar una magnitud de productos y servicios limitados, asociados a la generación de la felicidad, era menester regular o al menos organizar la demanda.

La iniciativa sirvió para hacer justicia y erradicar la posibilidad de generar felicidad en cualquier emprendimiento privado –todas las personas jurídicas quedaron excluidas del REBOLFEPENA-  y permitir a los naturales una aproximación más racional y racionalizada a la felicidad, bajo los parámetros de regocijo del hombre nuevo.  La traducción práctica del asunto fundamentalmente consistía en que toda persona natural, ante la inminencia de un evento feliz, debía presentar los recaudos apropiados para ejercer su cuota de felicidad y retribuir al Estado los aranceles pertinentes por su gestión. Después de todo, si usted había encontrado una pareja, como era el caso de Víctor (una modalidad de las muy numerosas que estaban obligadas a declaración al REBOLFEPENA), la había conseguido en el territorio nacional,  movilizándose por las calles del Estado , tomando café en los sitios que el Estado ha permitido abrir, en el transporte público del estado. Conseguía una pareja muy probablemente formada y educada en Venezuela, donde la educación es una función del Estado. Sus padres probablemente habían vivido en Venezuela y consumido recursos provistos por el Estado.

Normalmente, la espera, musicalizada por el ruido de los sellos dispuestos por los funcionarios, habría sido desagradable. No para el refractario Víctor hoy.

-¡Roa Víctor!

-Ajá , buenos días, señor.

-.Carpeta de declaración.

-..Aquí está, señor.

-       Constancia de infelicidad previa, cédulas de los involucrados en el posible episodio feliz, declaración jurada de no poseer otra fuente de felicidad.

-       Sí, sí, sí. Todo está aquí.

-       Uhmmmm. Ya va.  Aquí dice que usted es divorciado.

-       Sí, señor. Hace años.

-       ¿Declaró usted el final de la posible felicidad que esa relación le produjo?

-       No, señor, pero eso fue antes de la disposición.

-       La ley es retroactiva. Necesita la declaración con las firmas de los ex cónyuges.

-       Pero ella murió.

-       ¡Ah caramba!  Eso complica la cosa. Necesita tres testigos del fallecimiento.

-       Pero a ella se la llevó el deslave de Vargas; no hay testigos, no quedó nadie.

-       Entonces no se puede procesar.

-       Debe haber algo que se pueda hacer.

-       ¿Intenta sobornarme? ¡Yo soy un funcionario comprometido con el proceso!

-       No señor, es que si ella ya no podré ser feliz.

-       Tiene que conseguir los testigos.

-       Es imposible…¡Que desdicha!

-       ¿Declaró la desdicha que confiesa en este recinto público ante el Viceministerio de Administración de la desdicha.

-       No

-       Tendré que multarlo con 500 unidades tributarias.




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